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Hace 3 horas

Por qué a algunas personas no les gusta la Navidad (y por qué no debería juzgarse)

La psicología explica que el rechazo a estas fiestas no es ingratitud ni rareza: puede estar ligado a duelos, conflictos familiares y a la presión social por “ser feliz”.

Por qué a algunas personas no les gusta la Navidad (y por qué no debería juzgarse)

La psicología explica que el rechazo a estas fiestas no es ingratitud ni rareza: puede estar ligado a duelos, conflictos familiares y a la presión social por “ser feliz”.




La Navidad suele presentarse como un tiempo de alegría obligatoria, reuniones familiares y emociones positivas. Sin embargo, para muchas personas estas fechas despiertan justo lo contrario: rechazo, tristeza o incomodidad. Lejos de ser una actitud caprichosa, la psicología advierte que este malestar tiene raíces profundas y no debería juzgarse.

Cuando la Navidad remueve más de lo que une

Según la psicóloga y autora Susie Pearl, no disfrutar de la Navidad no es algo personal ni una falta de gratitud. “No sabemos qué está atravesando realmente cada persona”, recuerda, y ese desconocimiento suele estar en el origen de muchos conflictos durante estas fechas.

Para algunas personas, la Navidad funciona como un amplificador emocional: las ausencias pesan más, los conflictos familiares se hacen visibles y las expectativas sociales chocan con realidades como un divorcio, un duelo reciente o una etapa vital complicada. En lugar de refugio, la celebración se convierte en un recordatorio de lo que falta.

Pearl insiste en una idea clave: abandonar el juicio. No todos viven el dar, compartir o celebrar de la misma manera. “Todos somos diferentes”, señala, y respetar que alguien no quiera participar con entusiasmo es también una forma de cuidado emocional.

La presión de la felicidad perfecta

Desde la psicología clínica, Fernando Azor explica que lo que suele llamarse “depresión navideña” puede manifestarse con síntomas concretos: tristeza intensa, ansiedad, alteraciones del sueño o pérdida de apetito. No se trata solo de “estar de mal humor”, sino de un impacto emocional real.

Uno de los principales detonantes es la presión social por sentirse bien. Anuncios, películas y redes sociales muestran familias felices, mesas perfectas y emociones positivas constantes. Para quienes no se identifican con ese relato, la sensación de aislamiento se intensifica. Azor recuerda que ese discurso no es inocente: su objetivo es vender, no reflejar la complejidad emocional de la vida real. “El sufrimiento no vende”, subraya.

Aceptar lo que se siente también es sano

Ante este escenario, los especialistas proponen un enfoque más saludable: identificar la causa del malestar y permitirse sentirlo. Rechazar la Navidad sin entender por qué solo prolonga el conflicto interno. En cambio, aceptar la tristeza o el enfado como emociones legítimas puede ser el primer paso para gestionarlas mejor.


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