Durante décadas, las canas fueron interpretadas únicamente como un signo inevitable del paso del tiempo. Sin embargo, nueva evidencia científica plantea que el encanecimiento también podría reflejar una estrategia del organismo para protegerse del desarrollo de tumores.
Un estudio liderado por la Universidad de Tokio, publicado en la revista Nature Cell Biology, propone que las canas no solo están asociadas al envejecimiento, sino que pueden ser una respuesta defensiva del cuerpo frente al daño genético que favorece el cáncer. La investigación analizó el comportamiento de las células madre de melanocitos, encargadas de producir la melanina que da color al cabello y la piel.
En condiciones normales, estas células se activan en cada ciclo capilar y generan pigmento. Sin embargo, los científicos observaron que ciertos daños en el ADN, como los causados por radiación ionizante, activan una vía protectora que obliga a estas células a madurar de forma irreversible, agotando la reserva de pigmento y provocando la aparición de cabello canoso.
BARRERA ANTICANCERÍGENA
El mecanismo identificado se conoce como seno-diferenciación, un proceso regulado por la vía p53-p21, que frena la capacidad de división celular. Según los investigadores, esta respuesta limita la propagación de mutaciones peligrosas y reduce el riesgo de que células alteradas deriven en tumores. “Es una forma de senescencia celular que actúa como un límite natural frente al cáncer”, explicó la bióloga celular Dot Bennett, de la Universidad de Londres.
El estudio, realizado en modelos animales durante ocho años, mostró que no todo daño genético desencadena la misma reacción. Cuando las células madre de melanocitos sufren roturas dobles en el ADN, se activa este freno biológico; el resultado visible son las canas, pero el efecto clave es la protección del tejido frente a una posible transformación maligna.
¿QUÉ PASA CUANDO EL CABELLO CONSERVA EL COLOR?
En contraste, los científicos detectaron que otros agentes, como carcinógenos químicos o radiación ultravioleta B, no activan este mecanismo defensivo. En esos casos, las células dañadas continúan dividiéndose y produciendo pigmento, lo que permite que el cabello conserve su color, pero incrementa el riesgo de cáncer, incluido el melanoma, al replicarse ADN alterado.
Según la autora principal del estudio, Emi Nishimura, el entorno celular cumple un rol decisivo. Señales del nicho del folículo piloso pueden bloquear la senescencia y permitir la supervivencia de células dañadas. “La misma población celular puede agotarse o expandirse, según el tipo de daño y las señales del entorno”, señaló.
Los investigadores aclararon que tener canas no significa estar protegido contra el cáncer, pero sí revela la activación de un sistema de control biológico. El hallazgo obliga a repensar la relación entre envejecimiento y cáncer, dos procesos que durante años se estudiaron por separado, y abre nuevas líneas de investigación sobre prevención y terapias futuras.



