La noche del viernes 10 de octubre marcó el fin del gobierno de Dina Boluarte, quien fue destituida por el Congreso de la República tras la aprobación de una moción de vacancia presidencial por “incapacidad moral permanente”. En una sesión histórica, 121 legisladores votaron a favor de su salida sin registrar abstenciones ni votos en contra, en lo que se considera uno de los consensos parlamentarios más amplios de la última década. Su reemplazo, José Jerí, asume el Ejecutivo con investigaciones abiertas por presuntos delitos de violación y enriquecimiento ilícito.
CONGRESO APRUEBA VACANCIA
El proceso se aceleró luego de que el Parlamento admitiera cinco mociones de vacancia respaldadas por múltiples bancadas, motivadas por acusaciones de corrupción —entre ellas el caso “Rolexgate”— y la incapacidad del Ejecutivo para frenar la inseguridad ciudadana. La votación se definió tras un atentado armado durante un concierto del grupo Agua Marina, que dejó varios heridos y reavivó la indignación pública.
El nuevo presidente interino, José Jerí, fue investido inmediatamente tras el fallo, con el compromiso de “mantener la estabilidad institucional”. No obstante, su propio prontuario judicial y la falta de respaldo ciudadano auguran una transición frágil.
93% DE DESAPROBACIÓN Y RECHAZO TOTAL ENTRE LOS JÓVENES
El mandato de Boluarte culminó con cifras inéditas de desaprobación del 93,8%, según la encuestadora CPI, convirtiéndose en la mandataria más impopular del mundo. En regiones del sur como Puno, Arequipa y Cusco, el rechazo superó el 97%, mientras que entre los jóvenes de 18 a 24 años, la aprobación fue de 0%, sin un solo encuestado que manifestara apoyo a su gestión.
La caída de Boluarte fue producto de una combinación de factores: corrupción percibida, represión en protestas, uso de bienes no declarados y desconfianza generalizada hacia la clase política. Tanto el Ejecutivo como el Congreso registran niveles históricos de rechazo, con apenas 1,8% de respaldo ciudadano.
NUEVA CRISIS DE LEGITIMIDAD
La salida de Dina Boluarte profundiza la crisis institucional y política que atraviesa el país desde hace más de una década. Su sucesor, José Jerí, llega al poder bajo la sombra de investigaciones fiscales y una ciudadanía desencantada. Con miras a las elecciones de 2026, el escenario peruano se mantiene incierto, dominado por la desafección juvenil, el deterioro de la seguridad pública y la ausencia de liderazgos creíbles que devuelvan confianza al sistema democrático.