El viernes 19 de febrero se recuerda un año más de la terrible erupción del volcán Huaynaputina, coloso ubicado en el departamento de Moquegua que tuvo en el año 1600 la explosión más grande de la historia volcánica de América del Sur.
Esta explosión, de acuerdo a las crónicas y estudios efectuados, generó columnas de cenizas y gases que alcanzaron los 30 km de altura y la expulsión de aproximadamente 14 km3 de material volcánico que sepultó a más de diez poblados y causó la muerte de casi 1 500 personas de esos lugares.
Además del desastre en la región sur y parte de Chile y Bolivia, el estallido del Huaynaputina produjo impactos en el clima del hemisferio norte relacionados al descenso de la temperatura, lo que se manifestó en sequías y hambruna en Rusia, y la disminución de la producción agrícola en Alemania.
Actualmente, el comportamiento dinámico de este impresionante macizo es estudiado, monitoreado y vigilado en tiempo real por el Centro Vulcanológico Nacional del Instituto Geofísico del Perú (IGP), organismo adscrito al Ministerio del Ambiente.
VIGILANCIA CIENTÍFICA
A través del Centro Vulcanológico Nacional, instalado en Arequipa y compuesto por un equipo de científicos e investigadores, el IGP emplea instrumentos sísmicos, sensores y sistemas satelitales para realizar el estudio geofísico, detectar cualquier reactivación y alertar oportunamente para la gestión de riesgo y desastres.
“Los vulcanólogos del IGP le toman el pulso al volcán a diario. La actividad interna y fumarólica del Huaynaputina es muy baja. No se prevé en el corto y mediano plazo una erupción de similar magnitud a la ocurrida en el año 1600”, afirma Hernando Tavera, presidente ejecutivo del IGP.
Sin embargo, el científico señala que “debemos aprender a convivir con la naturaleza y los volcanes”; por ello, como población, “no debemos ocupar áreas de riesgo próximas a los edificios volcánicos”.