Hemos cantado como nunca nuestro Himno Nacional, con lagrimas en los ojos y un orgullo que no nos cabe en el pecho, hemos gritado cuanto amamos nuestra patria y nos hemos vestido de sus colores decorando hasta el ultimo detalle de blanco y rojo durante los meses en los que nuestra selección de fútbol nos llevó al mundial. Y es que los peruanos estamos hambrientos y famélicos de cosas que se hagan bien a nivel nacional y quizás, quienes desde afuera vieron este patriotismo envidiable, han pensado que los peruanos somos hermanos, unidos y cómplices, que aman y respetan a su patria como a su propia familia.
Pero, ¿Cómo es posible, entonces, que a pesar este supuesto patriotismo se haya acuñado una frase tan triste como la que dice que “el peor enemigo de un peruano es otro peruano”? . Muchos decimos que amamos a nuestra patria, pero en un acto de desinterés absoluto, ensuciamos nuestros monumentos nacionales, nos proclamamos orgullosos de ser peruanos, pero destruimos nuestro milenario patrimonio cultural. no solo no nos respetamos unos a otros, nos estacionamos donde sea, vamos por el carril auxiliar y pagamos coimas a todo nivel, sino que incluso, en el colmo de la indiferencia y el desprecio, orinamos en nuestras calles.
Y es en un país en el que hay que obligar con amenaza de multa a colocar la bandera, el patriotismo se reduce a una cancha, una pelota y una camiseta blanca y roja. amar el Perú significa amar a nuestra selección, pero una vez que suena el silbato, el patriotismo se desvanece.
Tal vez el día en que ser peruano signifique más que alentar con orgullo a nuestra selección, nos respetemos unos a otros como una gran familia nacional, donde hagamos un país mejor, podremos decir, por fin, que somos no solo hinchas sino también, patriotas de verdad.
