Agua Dulce, la playa más concurrida por los bañistas limeños, se ha convertido en el escenario perfecto para que los venezolanos vendan diversos productos y de esta forma logren ganarse la vida de forma honrada.
Tal es el caso de Efraín, un padre de familia que vende raspadillas, para obtener ingresos y sacar adelante a su familia. También, está la historia de una mujer que vende refrescos de maracuyá al lado de su pequeña y sobrinos, con la tristeza de haber dejado a su madre en Venezuela.
Y es que el corazón de los venezolanos que trabajan en el Perú está con sus familiares que no pudieron emigrar de un país que viene registrando múltiples saqueos y enfrentamientos.
Otra situación similar vive un comerciante que llegó hace tres días al Perú, dejando a su familia y negocios. Él tiene como meta comprar un carrito para vender jugos, pues pese a todo los obstáculos, buscará salir adelante para poder traer a su hijo de 18 años.
En definitiva, estas personas hacen un sacrificio por volver a reunirse con sus familias. Y es que no saben cuándo ni cómo, lo único cierto es que deben luchar día a día por sus seres queridos.