En un hecho que parece sacado de una novela de ciencia ficción, Thaddeus David Pierce vino al mundo este año a partir de un embrión creado y congelado en 1994, lo que marca un nuevo hito en la historia de la medicina reproductiva. Aunque es un recién nacido, su existencia se remonta a hace tres décadas, cuando Linda Archerd, su madre biológica, recurrió a la fecundación in vitro en un intento por formar una familia.
Archerd logró tener un hijo con uno de los cuatro embriones que fueron congelados, pero los tres restantes permanecieron almacenados durante más de 20 años. Los llamaba sus “tres pequeñas esperanzas” y durante décadas pagó una suma anual cercana a los mil dólares para mantenerlos preservados, convencida de que sería moralmente incorrecto desecharlos.
Ya sin planes de tener más hijos, Archerd buscó una familia dispuesta a adoptar a sus embriones. A pesar de las múltiples negativas de agencias que dudaban de la viabilidad de material genético tan antiguo, finalmente encontró a Tim y Lindsey Pierce, una pareja cristiana que llevaba siete años intentando tener un hijo sin éxito.
En el proceso de transferencia, los tres embriones fueron descongelados: uno no sobrevivió, otro dejó de crecer poco después de la implantación, pero uno logró desarrollarse con éxito. Así nació Thaddeus, un bebé saludable y lleno de vida.
Un récord sin buscarlo
Aunque los Pierce no estaban motivados por romper récords, lo cierto es que lo lograron: Thaddeus es ahora el bebé nacido del embrión congelado más antiguo del que se tenga registro. Su historia coincide con otro hito médico en 2025, cuando otro bebé sobrevivió tras haber nacido más de cuatro meses antes de tiempo y llegó a celebrar su primer cumpleaños.
