El mundo despide a José ‘Pepe’ Mujica, el expresidente uruguayo que marcó la política latinoamericana con su estilo austero y discurso humanista. A sus 89 años, dejó de existir tras batallar con un agresivo cáncer de esófago, no sin antes expresar un deseo final tan íntimo como simbólico.
UN DESTINO MARCADO POR LA SENCILLEZ
Mujica pidió que sus restos fueran cremados y depositados en la chacra ubicada en las afueras de Montevideo, donde vivió junto a su esposa, Lucía Topolansky. El lugar exacto: al lado de la tumba de su perrita ‘Manuela’, quien lo acompañó por años y que, con sus tres patas, se convirtió en símbolo del espíritu sencillo y rebelde del exmandatario. “Mi futuro destino está abajo de ese escollo, donde está enterrada Manuela”, dijo en una entrevista.
SIN TRATAMIENTOS NI CIRUGÍAS
En enero de 2025, Mujica reveló que padecía un cáncer avanzado de esófago que no podía ser tratado por su edad y enfermedades crónicas. "Estoy condenado, hermano. Hasta acá llegué", expresó en un testimonio que conmovió al continente. Su salud fue deteriorándose rápidamente y, aunque recibió radioterapia en los primeros meses, el tratamiento lo dejó "deshecho".
La muerte de Mujica fue confirmada por su esposa y por el actual presidente Yamandú Orsi, quienes habían informado previamente sobre su delicado estado. Su último deseo y su forma de enfrentar la muerte reflejan los valores con los que gobernó: humildad, coherencia y amor por lo esencial. Su partida deja una huella imborrable en la historia política y social de América Latina.
