En la víspera de su tercer matrimonio, habría que preguntarle a Sir James Paul McCartney si comparte el concepto.El ex Beatle, con 69 años planea contraer matrimonio por tercera vez, en una modesta ceremonia en Londres, con su nueva pareja, la estadounidense Nancy Shevell.
Sin poner al amor en proporciones de tamaño y cantidad-asunto imposible, si los hay-, podemos decir que al menos el músico sí ha tomado algunas lecciones en su actuar, y decidió festejar su unión con Shevell, de 51 años, con un casamiento de bajo perfil y sólo para los íntimos. En mayo, le había propuesto matrimonio con un anillote de diamantes Cartier.
Lo contrario a lo sucedido en 2002, para su segundo casamiento con Heather Mills, donde Paul invirtió millones en una exclusiva ceremonia en los jardines del castillo Leslie (Irlanda). Aquella fiesta contó con unos 300 invitados, un lujoso menú, pomposos arreglos florales y un alto despliegue de fuegos artificiales y cohetes. Tanto brillo daba para sospechar. La pareja se separó cuatro años más tarde, y dos años después, Mills cobró 39 millones de dólares de la fortuna del ex Beatle, tras un publicitado y polémico divorcio.
Paul focaliza hoy en lo esencial que -citando una vez más al escritor francés-, es invisible a los ojos, así que los planes para esta boda son diferentes. Tras una sencillita ceremonia en Londres, Paul y Nancy viajarán a Nueva York, donde organizarán una fiesta para amigos y miembros de la familia Shevell. “Paul está totalmente enamorado de Nancy, pero no quiere una boda despampanante”, declaró un amigo del músico, que tras el paso en falso con Mills, sigue buscando un romance poderoso como el de Linda, el amor de su vida.
Porque todo indica que no hubo en la historia de Paul, romance más profundo que el de su primera esposa, Linda McCartney. Se conocieron en Londres, en un concierto de Georgie Fame en 1967, mientras ella viajaba con la misión de fotografiar a Los Beatles. Dos años después, se casaron en una pequeña ceremonia civil cuando ella estaba embarazada de cuatro meses de su hija Mary. Compartían la pasión por la música, el amor por los animales salvajes, y muchos proyectos sociales que continuaron luego de la muerte de ella en 1998, un año después de convertirse en Lady McCartney. Como moraleja, la última lección del día de Saint-Exupéry: “Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección”.
(Fuente: Agencias)