En los buses del Metropolitano, entre estaciones y avenidas de Lima Norte, viaja un perrito que se ha ganado el corazón de todos. Lo llaman Scooby, un can mestizo de mirada dulce y oreja caída que sube a los buses como un pasajero más, observando a quienes lo rodean con la esperanza de reconocer a su dueño. Los vecinos lo ven recorrer zonas como Comas, Payet y Naranjal, siempre tranquilo, como si siguiera el rastro de alguien que alguna vez lo cuidó.
Los comerciantes y vigilantes de Plaza Norte y Megaplaza ya lo reconocen. Dicen que es frecuente verlo pasear por los pasillos o entrar a los gimnasios, buscando compañía o tal vez recordando un lugar familiar. Según quienes lo han rescatado en más de una ocasión, Scooby llegó al parque Naranjal en septiembre, delgado y enfermo, pero con una nobleza que conmovió a todos. Desde entonces, un grupo de vecinos y animalistas lo cuidan, lo alimentan y lo protegen cada vez que vuelve a perderse.
Un amigo fiel que aún espera reencontrarse
Los voluntarios creen que Scooby tuvo un hogar. Su comportamiento lo delata: sigue a los hombres, reconoce uniformes escolares y se comporta con docilidad. “Debe haber sido un perro educado, acostumbrado al cariño”, cuentan sus cuidadores. Por eso, temen que haya quedado separado de su amo por accidente. Mientras tanto, permanece bajo resguardo en una estética canina del sector, donde recibe atención y cuidados mientras esperan noticias de su posible familia.
Quienes lo protegen han dejado un número de contacto para cualquier persona que lo reconozca: 9688 29 141. Si nadie lo reclama en las próximas semanas, Scooby será puesto en adopción junto con otros perros rescatados —Paolo, Perla, Chocolate, Blanco, Negrita y Chata—, todos ellos esperando una nueva oportunidad. Detrás de su historia, hay una lección de lealtad y esperanza: la de un perro que, a pesar de todo, nunca dejó de buscar el camino de regreso a casa.


