Los Ángeles, California, se ha convertido en el epicentro de violentas protestas desatadas por las estrictas políticas migratorias impulsadas por el presidente Donald Trump. Las manifestaciones, inicialmente pacíficas, han derivado en actos vandálicos, con tiendas como Apple y Adidas saqueadas y vehículos incendiados. Según la internacionalista peruana Berit Knudsen, “esto ya no son protestas, esto se llama vandalismo, lo que están haciendo, están saqueando estas tiendas”. La presencia de banderas mexicanas y la detención de personas con rasgos latinos, incluyendo una turista chilena y su hija menor, han intensificado las tensiones, llevando al despliegue de la Guardia Nacional y marines para restablecer el orden.
Polarización y crisis en dos sectores del continente
En Colombia, la situación es igualmente alarmante, con 24 atentados registrados en un solo día, dejando ocho muertos y decenas de heridos en Cali y el Valle del Cauca. Los ataques, atribuidos a disidentes de las FARC liderados por Iván Mordisco, incluyeron coches bomba y drones contra objetivos policiales. Knudsen explica que “Gustavo Petro tiene muy poca aprobación” y su pasado en el M-19, junto con su incapacidad para controlar a los grupos armados, agrava la crisis. “Son movimientos terroristas, pero de alguna manera tienen una ideología”, añade, señalando la complejidad de un conflicto alimentado por la permisividad hacia el cultivo de cocaína y la influencia de Venezuela y Cuba. Mientras, las declaraciones de Petro, como la de proteger a un menor involucrado en un atentado, han generado críticas por su ambigüedad.
La polarización en Estados Unidos se agrava por el enfrentamiento entre Trump y las autoridades locales, como el gobernador de California, quien se opuso inicialmente al uso de la Guardia Nacional. “Hay una polarización sumamente fuerte y esto, si sigue avanzando, puede llegar a una guerra civil”, advierte Knudsen. Las protestas, que han llegado a Nueva York, reflejan un descontento que trasciende la cuestión migratoria, con infiltrados que convierten las marchas en caos. En Colombia, la violencia parece estar vinculada al clima preelectoral, con analistas sugiriendo que los ataques buscan desestabilizar al gobierno de Petro, cuya gestión ha perdido apoyo popular.
Ambos contextos reflejan una región convulsionada por decisiones políticas controvertidas y respuestas violentas. En Los Ángeles, las medidas de Trump refuerzan su narrativa antiinmigrante, mientras que en Colombia, la debilidad de Petro ante los grupos armados profundiza la inseguridad. “Los colombianos están hartos de Petro. Se arrepienten en el alma”, afirma Knudsen, anticipando un posible giro hacia la derecha en las próximas elecciones. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con preocupación cómo estas crisis podrían escalar aún más en los próximos meses.