Angélica Jiménez, víctima del atentado terrorista en Tarata, reveló las graves consecuencias que le originaron la explosión del vehículo cargado de dinamita la noche del 16 de julio de 1992.
En el momento de la explosión, ella tenía cinco meses de embarazo y a su hijo de dos años en brazos. El pequeño quedó solo con algunas heridas, pero el bebé que llevaba en el vientre resultó con un daño cerebral severo, pues la onda expansiva llegó a su cabecita a través del líquido amniótico. Luego de 24 años esta persona debe permanecer medicada para evitar convulsionar cada tres horas.
La víctima, quien también sufrió problemas en su visión, señala que jamás recibió ayuda del Estado, tampoco de alguna entidad. “Esto es una tremenda injusticia, Sebastián no tiene la culpa de nada, necesita tener calidad de vida (…) necesita tener acceso a medicinas”, apuntó. Angélica pidió al presidente Pedro Pablo Kuczynski y otras autoridades que consideren su caso y brinden un justo apoyo al joven.
